Hay pocas cosas más agradables que el frescor del aire acondicionado cuando el calor aprieta. Pero en España los veranos son largos y los aparatos están en marcha durante demasiado tiempo. En consecuencia, existe un debate entre refrescarse o dejar tiritando la cartera. ¿Cómo evitarlo? Aquí se dan algunas claves.
Ahorrar con el aire acondicionado
Hay que fijarse en dos factores que afectarán al coste del aire acondicionado: la instalación y las costumbres de uso.
La instalación, un factor imprescindible
El aire acondicionado no es un electrodoméstico al uso porque su instalación requiere una reforma de calidad. Lo fundamental es elegir aparatos de bajo consumo. La alta eficiencia energética de los electrodomésticos de categoría A permite obtener mejores resultados con menos energía. A menor consumo, menor coste. Pero es necesario el asesoramiento de expertos que determinen la potencia necesaria. Ni más, ni menos, simplemente la que requiere la estancia.
En lo que concierne a la instalación, en muchos casos es necesario recurrir a obras de reforma para hacer pasar los conductos del aparato por detrás de la mampostería. Además, conseguir la mejor climatización también depende del aislamiento del inmueble.
Un edificio de baja calidad energética deja entrar mucho calor en verano, y eso obliga poner el aire acondicionado durante más tiempo. También influye la posición de las ventanas y la disposición de las fachadas con respecto al sol. Por eso, para ahorrar en aire acondicionado, la reforma de un piso en Alicante requiere algunas consideraciones distintas que si fuera en Oviedo o Pamplona, por poner un ejemplo.
El uso diario, con cabeza
Para reducir el coste del aire acondicionado hay que acostumbrarse a seguir ciertas pautas, se tenga o no un aparato de bajo consumo y un inmueble bien aislado (y si no lo tenemos, con más razón). Son estas:
– Limpiar el aparato. Hay que limpiar los filtros con frecuencia y siempre antes de empezar el verano. Con los filtros sucios el aparato debe esforzarse más.
– No buscar el frío. Cada grado de temperatura aumenta el consumo en un 8 %. Lo mejor es buscar una temperatura que simplemente alivie. En verano, unos 25-26 °C.
– Aislar la estancia. Intentar enfriar varios espacios es poco efectivo y hará que el aparato consuma más energía. Obviamente, el aire acondicionado no sirve de nada si se tienen las ventanas y las puertas abiertas.
– Ventilar en las horas más frescas. A primera hora de la mañana y a partir de las cuatro de la madrugada conviene aprovechar la menor temperatura exterior. Dejar entrar el fresco le dará un descanso al aparato.
– Apagarlo antes. Si se va a salir de casa a las 16, apagar el aparato un rato antes para aprovechar la inercia térmica. Cada minuto sin funcionar es un minuto de ahorro. Si se apaga al marcharse de casa, la estancia seguirá fresca un rato sin que nadie lo disfrute. Energía malgastada.
En definitiva, se puede disfrutar de un oasis en casa si se aplican inteligentemente medidas lógicas y razonables que son cada vez más importantes para el bolsillo, el confort y el medio ambiente. Para el próximo verano: aislamiento, instalación y moderación.