Tradicionalmente, el diseño de edificios sostenibles se ha centrado en reducir el impacto de daños mediante la mitigación. El problema es que el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos que se dan en todo el mundo están provocando que se forme un nuevo tablero de juego. Las ciudades del futuro tendrán que crear nuevas formas de construcción y comunidades fuertes que sean capaces de adaptarse, responder y recuperarse de estos fenómenos meteorológicos extremos si quieren atraer inversiones y talento: estamos observando un cambio de enfoque que ha pasado de la simple reducción de daños a poner en marcha estrategias efectivas para minimizar el tiempo de inactividad y poder volver rápidamente a la “actividad normal”.
Conocer los riesgos climatológicos locales
El primer paso para crear edificios más resistentes es conocer los riesgos locales. Por poner un ejemplo real, en 2011, el ayuntamiento de Toronto encargó un informe que estudiase los futuros factores meteorológicos y climáticos de la ciudad, concretamente, una previsión para 2050. ¿Los resultados? Muchos más días calurosos, y con temperaturas más elevadas que las habituales que durarán largos periodos de tiempo, y un aumento de la cantidad de precipitaciones durante las tormentas.
En lugares como Canadá están ya habituados a vivir inundaciones en determinadas regiones (especialmente las islas). Se producen tormentas de hielo en invierno con las consiguientes inundaciones durante el verano, todas ellas acompañadas de cortes de electricidad a gran escala. Estos cortes de energía pueden paralizar los negocios, cerrar los sistemas de transporte, dejar a la gente atrapada en edificios de gran altura y dejar a la gente sin calefacción, refrigeración o energía, a veces durante varios días.
Por este motivo tenemos que empezar a plantearnos el concepto de refugio in situ, y no solo en Canadá, sino a nivel global, puesto que el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos están afectando a todo el planeta. Desde tormentas cada vez más frecuentes y violentas, DANAS, inundaciones, periodos largos de sequía…
Todos hemos visto en televisión o a través de las redes sociales las imágenes de diferentes lugares del mundo sufriendo históricas y devastadoras inundaciones: Florida, Texas, costa este de Australia… Carreteras atascadas y gasolineras vacías. Todo el mundo se marchaba y, en el proceso, se ponían a prueba las infraestructuras. Esto es lo que se conoce como “evacuación horizontal”. Imaginad lo diferente que podría ser la situación si esos lugares hubieran sido diseñados para que la gente pudiera permanecer a salvo sin necesidad de reubicarse.
Edificios con capacidad de supervivencia pasiva
Los códigos de construcción tradicionales están diseñados para minimizar la propagación del fuego y mantener activos los sistemas vitales de seguridad el tiempo suficiente para permitir la evacuación segura de los ocupantes. Se considera que el peligro es un único evento crítico que requiere que los ocupantes evacuen inmediatamente. Durante un suceso meteorológico extremo, los plazos suelen prolongarse mientras los primeros servicios de emergencia trabajan para volver a poner en funcionamiento las principales infraestructuras y atender las urgencias. La función clave de los edificios en esos momentos es proporcionar refugio. Una forma de medir la capacidad de un edificio para proveer con éxito ese refugio es observar su capacidad de supervivencia pasiva. Entendemos la capacidad de supervivencia pasiva como la habilidad que tiene un edificio de mantener operativas las funciones y condiciones de soporte vital para sus ocupantes durante periodos largos de ausencia de electricidad, calefacción o suministro de agua.
Sin embargo, nuestros códigos actuales no exigen que los sistemas críticos de soporte vital funcionen durante largos periodos de tiempo sin energía, combustible o agua. Actualmente no hay códigos de construcción que nos obliguen a discutir o integrar el concepto de supervivencia pasiva de un edificio en su diseño, lo que podría hacer que una comunidad no pudiera utilizarlo para refugiarse en ese lugar durante esos periodos.
Entonces, ¿de qué deberíamos hablar? Deberíamos considerar cómo mantener las infraestructuras clave secas en caso de lluvias extremas, calientes en caso de frío extremo y frescas en caso de calor extremo, todo ello suponiendo que no haya electricidad, combustible o agua durante un mínimo de 72 horas.
Las lluvias torrenciales pueden provocar el desbordamiento de nuestros ríos, lo que hace que los sistemas de alcantarillado y pluviales se desborden hacia nuestras calles y edificios. Determinar si una propiedad se encuentra en una zona potencialmente propensa a las inundaciones es un paso clave en la adquisición de terrenos. Podría marcar la diferencia entre poder asegurar tu propiedad o no. Facilitar esta información a tu constructor puede darte pistas sobre la ubicación de tus infraestructuras clave, como el generador de reserva o el transformador. Tradicionalmente, estos espacios se sitúan en los niveles de aparcamiento subterráneo o zonas con menor valor inmobiliario. Teniendo en cuenta el coste del ciclo de vida para sustituir una unidad dañada por una inundación, las posibles reclamaciones de los inquilinos por los tiempos de inactividad de sus negocios y la cantidad de esfuerzo para hacer frente a una situación de emergencia, es de sentido común ubicar estas salas por encima de la línea de inundación.
En el caso de los edificios ya existentes, puede que esto no sea factible, pero aun así hay cosas que se pueden hacer para mitigar los daños causados por el agua, como instalar desconectadores, elevar la altura de las tomas de corriente o utilizar materiales resistentes al moho por debajo de la línea de inundación. Saber que una zona es susceptible a inundaciones cambia la forma de pensar en su diseño.
¿Cómo se crea una zona de refugio?
Una de las prácticas sugeridas es crear una “zona de refugio” con energía de reserva de 72 horas con el fin de proporcionar luz, calefacción/refrigeración, ventilación y bombas de agua a la zona. El área de refugio es un lugar donde la gente puede ir a calentarse/refrescarse, cargar dispositivos de comunicación, mantener frescos los medicamentos esenciales y organizarse durante los temporales extremos, permitiendo a los residentes refugiarse en el mismo lugar mientras la ciudad trabaja para restaurar las infraestructuras.
En cuanto a la gestión de la temperatura durante el calor o el frío extremos, hay que dar prioridad a las decisiones de diseño que aumenten la resistencia térmica de un edificio. Las paredes altamente aisladas mantienen temperaturas más constantes en caso de corte de energía.
- Seguir los principios del diseño pasivo es una buena estrategia.
- Se debe tener en cuenta la orientación, ya que los edificios tienden a sobrecalentarse en el oeste y el sur, y reducir la cantidad proporcional de ventanas por pared utilizando muros, no ventanales.
- Proporcionar la mejor cubierta posible al edificio que el presupuesto pueda permitirse.
- Minimizar los puentes térmicos. Ubicar los balcones en el sur para proporcionar sombra pasiva.
- Colocar ventanas practicables en todas las habitaciones para favorecer la ventilación cruzada natural.
Todos estos factores pueden permitir que un edificio mantenga su temperatura.
La resiliencia térmica de un edificio se mide en su capacidad para mantener temperaturas habitables en caso de corte de energía o interrupción del suministro de combustible durante largos periodos de tiempo.
Crear comunidad y conexiones sociales
Por último, hay que tener en cuenta la demografía y el rápido crecimiento de la población mundial. Estamos creciendo a un ritmo muy rápido, con muchísimos proyectos de urbanización en curso, lo que supone un montón de nuevos vecinos que no se conocen entre sí. La realidad es que los vecinos más cercanos son los que se pueden ayudar en caso de emergencia, y tenemos que crear oportunidades de conexión social en nuestras comunidades residenciales en altura para que la gente sepa que tiene que cuidar a las personas mayores que viven solas o a las que pueden necesitar medicación. Como diseñadores, podemos crear comunidades enteras en las que los residentes de los edificios puedan conocerse entre sí repartiendo los servicios por los edificios con más alturas y creando espacios compartidos, como las escaleras.
Las cosas ya están cambiando. Las ciudades deben aumentar su resiliencia física, social y económica. Debemos exigir el cumplimiento de mayores requisitos de rendimiento energético para aumentar la resiliencia térmica de nuestros nuevos edificios y zonas residenciales. Es necesario que los proyectos cumplan múltiples objetivos de rendimiento absoluto, establecidos intencionadamente para reducir las emisiones de carbono y priorizar las estrategias de cubierta de los edificios.
En conclusión, ¿qué podemos hacer para que nuestros edificios estén preparados para el futuro?
- Comprender los riesgos locales del cambio climático y las estrategias de adaptabilidad.
- Exigir que se prioricen las soluciones de diseño pasivo para reducir la demanda térmica, mitigar las inundaciones y anticiparse a los cortes de energía.
- Solicitar el uso de escenarios climáticos futuros durante el proceso de diseño de nuevos edificios y poner a prueba los escenarios climáticos en los activos existentes.
- Dar prioridad a los diseños que apoyan la conexión social y el cambio real.
Las soluciones existen, solo hay que iniciar la conversación.